sábado, 10 de abril de 2010

INTERNET: UNIÓN O ¿PÉRDIDA DE TIEMPO?





Un nuevo estudio realizado por  la Universidad de Toronto ha descubierto que, lejos de aislar a las personas en el ciberespacio, Internet fomenta las relaciones sociales y potencia la integración de las personas en la vida cotidiana. Sabemos que el progreso es, por naturaleza, ambivalente...La realidad es que las relaciones sociales tradicionales están evolucionando al ritmo de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones y que, en este contexto, el correo electrónico, los teléfonos móviles y la mensajería instantánea, adquieren progresiva importancia a la hora de articular las relaciones sociales. Ahora está de moda los juegos de la red internáutica - permitidme estos palabros -como "FARM VILLE" que, sinceramente, me pone de los nervios, porque puede, no digo que no, relajar al que está estresado...pero cuanto tiempo puede hacernos perder...; es verdad, que nos hace conocer personas, sí, pero la mayoría de las veces la intención no es esa... es, sencillamente, pasar el tiempo, relajarnos con algo que nos hace pensar como buscar frutas o cuidarlas para que no se pudran ( entendedme, por favor...). Cuánto tiempo gastamos mientras TANTA GENTE NOS NECESITA A NOSTROS, NUESTRO TIEMPO, NUESTRA PRESENCIA, NUESTRO CARIÑO, NUESTRA ORACIÓN, "NUESTRO" EVANGELIO...

Internet no debe ser considerada sin embargo como la única vía usada para relacionarse con otras personas. A veces nos volvemos autistas y consideramos que es la única herramienta que refuerza los lazos sociales, y no es así. El correo electrónico se ha convertido en una forma suplementaria de comunicación, que me da la sensación, y es mi opinión, llega a sustituir a otros medios.


Es cierto que Internet ayuda a construir el capital social de los internautas, ya que permite fabricar redes sociales sólidas aunque estén geográficamente dispersas. Aunque creo que hay que estar en el CIBERESPACIO, creo que debemos resituarlo.  El ciberespacio puede construirse en detrimento de otras relaciones sociales de proximidad como las familiares o de amistad. Y a esto debemos negarnos siempre. Es una buena herramienta para el encuentro personal ocasional, para el conocimiento de nuevas amistades, para una evangelización más desarrollada geográficamente o localmente, pero no debe arruinarnos la relación "piel a piel" y, menos, no debe arruinarnos nuestro tiempo y nuestra persona que tantas hermanos y hermanas están reclamando por su situación vital. Pensémoslo, hermaninos. Os comparto esta reflexión. Que el Señor os bendiga y os guarde en su amor santo. Kike.

VIDA SACERDOTAL Y VIDA RELIGIOSA






Hermaninos, las líneas que os escribo a continuación son el fruto madurado de una conversación muy agradable y constructiva que tuve con un hermano muy querido para mí por su vida y por su amistad siempre ofrecida y cultivada por amor a Cristo. Las he orado antes de escribirlas, porque la precipitación es el mayor enemigo de la vida cristiana. Allá voy, y como dicen los sainetes de la literatura clásica española, "perdonad ,queridos lectores, por mis faltas y pecados". Allá voy:

¿Cuál es el alcance de la vida consagrada en mi vocación al sacerdocio?  Esta cuestión no se puede explicitar en un blog y menos en breves palabras...Sin embargo, voy a abrir el corazón y voy  intentar abarcar esta pregunta lo más ceñido posible a mi experiencia y al sentir de la Santa Madre Iglesia. Está en juego algo muy profundo: cómo entiendo y vivo mi propia vocación dentro de la diversidad de carismas y ministerios que existen en la Iglesia. En la vida cotidiana del Seminario de Oviedo contamos con religiosas francicanas del Buen Consejo, amén de todas aquellas congregaciones que nos encontramos en nuestros destinos pastorales... ( en mi caso, las Hijas de la Caridad como Sociedad de Vida Apóstolica, y las Hermanitas de los ancianos desamparados de Pola de Siero ). Además, tenemos la suerte de albergar entre nosotros la presencia de la Intitución teresiana en la persona de Mercedes, formadora del Seminario Menor. Toda esta realidad en nuestra vida nos ha enseñado y nos enseña que la vida consagrada forma parte de la concepción carismática de la Iglesia, aunque no es de institución divina. Este dato lo asimilé intelectualmente en su día, pero con el contacto asiduo y espontáneo con algunos religiosos y religiosas he podido experimentar toda la amplia verdad que contiene esa sencilla fórmula. Efectivamente, la vida religiosa es sumamente importante en la Iglesia. A través de los religiosos y religiosas el Espíritu va actuando en el Pueblo de Dios de acuerdo con las necesidades que éste experimenta a lo largo de la historia. Así, cada carisma intenta dar un sentido y una respuesta evangélica desde la misma realidad a distintas situaciones fundamentales que el hombre de cada tiempo va padeciendo, en el sentido estricto y originario que este término tiene. Por eso desde siempre la vida consagrada ha tenido mucho que ver con lo profético. Los religiosos y religiosas son auténticos profetas de hoy. Hablando de las tres grandes vocaciones de la Iglesia, un cura amigo decía en una de sus homilías que los sacerdotes transparentan a Cristo, los laicos trans-forman el mundo y los consagrados trans-cienden la realidad. Dicho así de bonito o de otra forma menos ornamentada, lo cierto es que los religiosos y las religiosas remiten con sus vidas a “otra” realidad que, en el fondo, no es más que “esta” realidad, pero transformada enteramente por la fuerza del Evangelio de Jesucristo.Todo este discurso, que puede resultar tan teológico y espiritual a la vez, se traduce en una serie de aspectos muy concretos. Nunca dejo de sentirme interpelado cuando me encuentro con algún religioso o religiosa que vive radicalmente y con alegría los consejos evangélicos desde su propio carisma. Son un verdadero don para mí, y cuando digo verdadero es que es "verdadero" por eso lo acojo como lo debo de acoger y lo cuido como lo debo de cuidar sin extralimitarme a su propio dinamismo.

Hay personas que dan mayor preponderancia a la vida religiosa menoscabando la naturaleza, la misión y la santidad del ministerio ordenado o ministerio sacerdotal. El sacerdocio no ha nacido exclusivamente para mirarse en el espejo de la vida religiosa. Es una dimensión de su tarea pastoral, pero no es su espejo, valga la repetición. El sacerdote tiene como espejo a Cristo igual que la vida religiosa y Cristo hoy se manifiesta como ayer en su Iglesia y en los pobres. El sacerdote debe contagiarse por el gozo, el enamoramiento y la exclusión de todo por el Reino que nos ofrece la vida consagrada, pero nunca debe circunscribir su actividad solamente a "cuidar" porque las "monjas" o los "monjes" vivan como deben vivir su vida consagrada. La vida religiosa ha surgido, es verdad, con el tiempo como un regalo del Señor por medio de su Espíritu Santo para la costrucción de la comunidad cristiana ya que el misterio de Cristo es ¡¡¡tan prismático!!! que necesitamos catalejos plurifocales para intentar abarcar lo máximo posible este Sacrosanto Misterio. Y eso es lo que nos aportan. Nosotros deberíamos aportar la grandeza que se deriva del sacerdocio, Cristo, Cabeza, Maestro y Esposo de la Iglesia se hace presente para llevar al mundo por los pastos y vergeles del Evangelio.

Los religiosos y religiosas y los sacerdotes deben entenderse siempre a sí mismos como instrumentos al servicio de Dios, y no como los protagonistas de su misión. Sus vidas deben reflejar un real abandono en la voluntad de Aquel a quien siguen. Las diferentes tareas que desempeñan no siempre tienen en cuenta las programaciones pastorales de las diferentes diócesis en las que se encuentran. Incluso, a veces ni siquiera se informa de esas tareas. También es cierto que las mismas diócesis en ocasiones dificultan más que facilitan esa colaboración. Sin embargo, creo que generalmente la vida religiosa debería implicarse más en la vida de las diferentes Iglesias particulares y revisar la eclesiología que subyace a esta cuestión. Al fin y al cabo, todos participamos de la misma misión de la Iglesia, que es la misma misión de Cristo. Trabajar por una mayor comunión es tarea de todos los que nos decimos que somos seguidores del único Señor y Pastor de nuestras vidas que es Cristo. Que el Señor siga bendiciendo a su Iglesia con nuevas vocaciones al ministerio ordenado, especialmente en nuestra Archidiócesis de Oviedo y con florecientes almas que quieran consagrarse exclusivamente al Señor por la implantación gozosa de su Reino.  El Señor os bendiga y os guarde en su amor santo. Y María, la criatura más excelsa y Tres veces Admirable, nos ayude a vivir nuestra consagración bautismal (común a todos) en fidelidad a su Hijo , el Amor de los amores, como ella y nunca sin ella.  PAX ET BONUM. Kike.

jueves, 8 de abril de 2010

CONTEMPLAR AGRADECIDOS: Comentario al II domingo de Pascua, DOMINGO DE LA MISERICORDIA





Hay quien piensa que la resurrección de Jesús fue un momento deslumbrador que, de golpe y porrazo, cambió la vida de los discípulos. La realidad es que los Evangelio nos hablan más bien de un proceso lento. No me refiero a que Jesús resucitase poco a poco o a que la resurrección no sea más que el fruto de las reflexiones o meditaciones de aquella comunidad cristiana. Jesús no resucitó porque los discípulos lo pensasen sino que ellos no hicieron más que darse cuenta de lo que había sucedido. Lo que pasa es que ante acontecimiento tan inesperado, sorprendente, extraordinario, singular y fuera de lo común, los discípulos necesitaron un tiempo para asimilarlo, para digerirlo.



Algo así nos sucede a nosotros. Pasa que no nos damos cuenta porque llevamos hablando de la resurrección de Jesús casi desde que nacimos. Tanto hemos oído que nos parece normal. Lo malo es que en esa normalidad no nos damos cuenta de lo extraordinario del asunto y menos de sus consecuencias para nosotros. Seguimos como si tal cosa, como si algo tan sorprendente no fuera con nosotros.

 

¡Paz a vosotros!



Los discípulos necesitaron un tiempo. No se cambia la vida de la noche a la mañana. Ni de la mañana a la noche. Según nos cuenta el Evangelio de Juan, los discípulos se habían encerrado en una casa por miedo a los judíos. Y eso ¡el mismo día en que por la mañana habían recibido de las mujeres la noticia de la resurrección de Jesús y Pedro y el discípulo amado habían constatado la desaparición de su cuerpo! Jesús se les aparece y lo primero que les envía es un mensaje de consuelo: “Paz a vosotros”. Se identifica. Es el mismo Jesús que había muerto. Ahora está vivo.



Es difícil explicar con palabras esta parte de la historia. Los evangelistas se muestran muy parcos y austeros en su forma de hablar de Jesús resucitado. Nada que ver con los fantasmas que pueblan nuestra literatura o los castillos escoceses. La presencia de Jesús no atemoriza sino lo contrario. Uno de los efectos de esa presencia de Jesús entre los discípulos es que se les reaviva la memoria. Son capaces de recordar y, lo que es más importante, entender el sentido de todo lo que habían vivido con Jesús. Sus palabras, sus acciones, se llenan ahora de luz.



Creer no es conocer a Jesús. No es haber escuchado sus palabras. Ni siquiera es estar convencido de que su mensaje es bueno para la humanidad. Creer es haberse encontrado con Jesús y haber metido, como Tomás, los dedos en sus llagas y las manos en su costado. Creer es reconocer que en Jesús la vida ha triunfado sobre la muerte y que en él Dios ha abierto la humanidad a la esperanza de una vida nueva. Creer es dejar que el espíritu de Jesús resucitado se meta bien adentro en nuestros corazones y recree la esperanza. Creer es confiar en que el Abbá de Jesús respondió al órdago a la grande que le plantearon las autoridades judías cuando decidieron eliminar a Jesús. Creer es asumir con el corazón y con la vida que Dios está por nosotros, que se preocupa de nosotros, que somos sus hijos e hijas queridos, que nadie se queda fuera de su amor ni de su promesa de vida.

 

Tiempo de aleluya



En este domingo nos solemos fijar mucho en Tomas. De él se dice que era incrédulo. No creo que lo fuese mucho más que los otros discípulos. Ni siquiera más incrédulo que nosotros mismos. Simplemente pasa que no es fácil acoger una noticia tan sorprendente, tan buena, tan creadora de esperanza, como la resurrección. No se asimila en un momento. Hace falta tiempo. Nos hace falta tiempo.



Quizá sea esa la razón por la que la Iglesia dedica 40 días a la Cuaresma y 60 a la Pascua. Hasta va a ser más fácil convertirnos (Cuaresma) que creer en que el amor de Dios es tan grande que nos ha regalado en Jesús la vida plena, la vida para siempre (Pascua). Estamos empezando este tiempo de Pascua. No hay prisa. Ya llegará el tiempo para darnos cuenta de lo que significa en la práctica vivir creyendo en Jesús resucitado. Por ahora, basta con experimentar la misma alegría de los discípulos. Y con dejar que de nuestro corazón brote, agradecido, un continuo “¡aleluya!”

EL MATRIMONIO EN MI VOCACIÓN HACIA EL SACERDOCIO




EXPERIENCIA CON MATRIMONIOS



La Iglesia es comunión de ministerios y carismas. El pueblo de Dios es comunidad de personas. Todos somos iguales en dignidad. Lo más importante es lo que une a los bautizados que se expresa en complementariedad e intercambio de dones. Las mutuas relaciones entre las personas y las formas de vida son una fuente de vitalidad y crecimiento espiritual. En este año sacerdotal, el Papa nos invita a mirar a San Juan María Vianney, entre otros, como modelo de virtudes para los sacerdotes del s. XXI.



Además de esto, yo he encontrado en mi camino a otro tipo de personas, concretamente a matrimonios cristianos, que me han ayudado a encontrarme con mi vocación y me han estimulado en mi camino hacia el sacerdocio de Cristo en la Iglesia. ¿Sabéis a qué me me han ayudado?



1.A encontrarme con mi identidad y vocación sacerdotal, sobre todo en la dimensión humana y existencial.

2.A vivir mi celibato y afectividad sacerdotal.

3.A constatar el paralelismo que existe entre los dos sacramentos.



HACIA UNA IDENTIDAD SACERDOTAL

Junto a ellos, me he hecho esta pregunta concreta: ¿Quién soy yo, seminarista y futuro sacerdote?



Y me he respondido: yo soy un hombre, llamado a amar a la gente, a involucrarme en una relación con ellos, abierto a sus alegrías y enfrentamientos, capacitado para sanar y reconciliar. Un sacerdocio en clave de relación servicial.



Entiendo ahora claramente que ser sacerdote no es tanto hacer cosas buenas por y para los demás. Más que involucrarme en actividades como: administrar los sacramentos, celebrar la misa, predicar, es más bien establecer una relación íntima y profunda con mi gente que es la Iglesia, fomentando las relaciones de amor entre ellos.



A la vez, he descubierto que soy un hombre que se debe dejar amar. Esto significa: dejarme interpelar como persona y como futuro sacerdote. Significa también: estar en contacto con la persona que soy realmente, con mis sentimientos, siendo abierto y vulnerable.



He aprendido, junto a ellos, que, Dios mediante, deberé de ser un sacerdote que tendrá que dejar de protegerse detrás de sus seguridades. Ser capaz de afrontar riesgos, dejando un sistema clerical que tiene sus fallos , pero en el que me siento seguro para elegir construir la Iglesia-comunidad. Ser compañero de la gente al mismo nivel, sacerdote con ellos, no sólo para ellos.



Ellos me han enseñado que el sacerdote está llamado, no a dirigir en exclusiva, o cumplir una función, sino a pertenecer a una Comunidad real en la que cada uno tiene un sitio, sin superioridades, a caminar juntos con un mismo sueño. Con ellos y junto a ellos he experimentado a una Iglesia de hermanos, iguales por el Bautismo, con carismas distintos. Ellos me ayudan a vivir mi vocación "desclericalizada", y ayudado a vivir mi preparación hacia el Sacramento del orden, no sólo en clave jerárquica, sino en clave fraterna.



Me ayudan cada día a dialogar a nivel profundo y a compartir mi vida, no sólo a escucharlos y aconsejarlos, en la clásica dinámica de enseñante-discípulo.



Yo he aprendido, también, de los matrimonios lo que significa de verdad para mí estar casado con la comunidad. Observando sus vidas, he visto cómo se casan cada día, cómo se confrontan, cómo se escuchan ...



MI AFECTIVIDAD Y TERNURA



Los sacerdotes y vocacionados al mismo somos personas sexuadas. Necesitamos desarrollar nuestra afectividad y nuestra ternura. Estamos llamados a vivir en relación de amor tan intensa como en el matrimonio pero de forma distinta (Mt 19; I Cor 7, 7). Hemos renunciado a formar una familia pero no al amor.



El sacerdocio, como el matrimonio, es una aventura de amor con su gente y, en especial, con los más faltos de amor, con los solos y abandonados.



Esto significa que no debo retraerme en un comportamiento distante, inaccesible, de simple funcionario y de "solterón". Que debo tener una madurez afectiva.



"La madurez afectiva del sacerdote, -dice Juan Pablo II, supone ser consciente del puesto central del amor en la existencia humana. Su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y no lo hace propio, si no participa en él vivamente. Se trata de un amor que compromete a toda la persona, a nivel físico, psíquico y espiritual, y que se expresa mediante el significado "esponsal" del cuerpo humano, gracias al cual una persona se entrega a otra y la acoge" (Pastores dabo vobis, 44).


Todo esto no ha sido ni es fácil. Hay en mi interior ciertos miedos que acompañan mi vida afectiva: miedo a que, al abrirme a ellos, descubran mi pobreza y superficialidad. Miedo a manifestar mis emociones, a ser invadido por la ternura y a perder el control. Al mismo tiempo tengo miedo a caminar solo en la vida y a envejecer como un "solterón".



Pero el vivir ya antes de la consagración sacerdotal la castidad me está ayudando a ser más libre porque me lleva a ser honesto conmigo mismo viviendo en la verdad, sinceridad, limpieza y autenticidad en lo que doy, recibo, pido y rechazo; en lo que pienso, digo y hago. Me ayuda a crear lazos de unión con ellos sin dominarlos ni utilizarlos, a amarlos desde la gratuidad, sin pasar factura, sin serun mendigo de cariño y sin crear dependencia; a mostrarme ante ellos como soy, con mis limitaciones, sin falsedades ni máscaras, sin miedo a hacerme vulnerable. Alguien ha dicho que vivir la castidad, ayuda a "pedir con claridad, dar con generosidad, recibir con gratitud y rechazar con responsabilidad''. Esto yo lo he experimento en mi vida.



DOS SACRAMENTOS COMPLEMENTARIOS



En contacto con estos matrimonios he tomado conciencia del gran paralelismo que existe entre el sacramento del Matrimonio y el del Orden. He constatado que los dos son sacramentos relaciónales, que se fecundan mutuamente, sin superioridades ni dependencias de uno sobre otro. Son dos modos de hacer visible el amor de Cristo a su Iglesia.



He visto en los Matrimonios un compromiso de entrega mutua, de fidelidad, de fecundidad y de ser signo de la Alianza del amor de Dios. Y me han recordado que también debo vivir mi vocacion al sacerdocio  como un compromiso de entrega a la Iglesia mi esposa, de fidelidad, de fecundidad (dando vida, haciendo crecer a mi pueblo) y de ser signo y testigo de la Alianza de Dios como nosotros.



Al recordar mi vida y mi vocación que no es muy larga junto a tantos matrimonios comprometidos en su vida de relación, como son mis padres, Maria Jesús y Abel, Macu y Jose y otros muchos que me quedan en el tinterio... me siento tremendamente agradecido a ellos; me siento feliz y afortunado porque me están ayudando sin saberlo a vivir, de forma plenamente humana, mi vocación al sacerdocio. Os quiero mucho y seguid ayudándome con vuestra cristianía y fidelidad al Señor..., os necesito ahora y luego, sereís una preocupación permanente en mi ministerio sacerdotal futuro. Que el Señor os bendiga y os guarde. Kike.

EL EVANGELIO DE LA VIDA




DECÁLOGO SOBRE EL EVANGELIO DE LA VIDA




1. Amarás la vida concebida y no nacida; la vida humanan en su última fase; la vida herida y maltratada por la enfermedad o la violencia doméstica, con todas tus fuerzas, con todo tu corazón, con toda tu capacidad creativa, y esto de forma personal o asociada.



2. No tomarás la problemática de la vida como un aspecto secundario de tu responsabilidad apostólica. Apostar por la vida es un compromiso urgente en una sociedad secularizada que defiende el aborto como un derecho y la eutanasia como una posibilidad real en nuestro tiempo.



3. Santificarás el día a día de tu vida cristiana con la oración, la formación y la acción misionera. En las celebraciones litúrgicas tendrás en cuenta la cuestión de la vida especialmente en la “oración de los fieles”. La celebración de la Jornada de la vida (25 de marzo) tendrá un especial apoyo en todas las comunidades, movimientos y parroquias.



4. Honrarás a las familias abiertas a la vida, a los profesionales de la salud que hacen objeción de conciencia a las prácticas abortivas, a las asociaciones que apoyan la “cultura de la vida”, a las madres gestantes que luchan por sacar adelante al fruto de sus entrañas. Salvar una vida es el mejor regalo para construir futuro y sembrar esperanza.



5. No matarás ninguna iniciativa que defienda, apoye y trabaje por promover “la cultura de la vida” en los ámbitos educativos, en los medios de comunicación, en el ámbito sanitario, cultural y político. La permisividad social ente el aborto es una de las mayores tragedias de nuestro tiempo.



6. No cometerás la imprudencia de pensar que tú solo puedes modificar los criterios, mentalidades y decisiones políticas que atentan contra la vida. Buscarás con otras personas, preferentemente de forma asociada, la mejor manera de influir en el cambio de ruta para que las nuevas generaciones sean más sensibles al valor fundamental de la vida humana y a su desarrollo integral.



7. No hurtarás esfuerzos, aunque sea hasta el agotamiento, por trabajar al servicio del Evangelio de la vida, sobre todo en la ayuda a las familias, en la búsqueda de los medios institucionales que apoyen las situaciones dramáticas de familias inmigrantes, separadas, rotas y que no saben cómo ayudar a los hijos con problemas de violencia e integración social.



8. No caerás en la tentación de echar siempre la culpa a los demás, sin movilizarte con toda persona de buena voluntad en la denuncia de situaciones de injusticia ante los atentados a la vida humana, y a cualquier vida, en la defensa de la naturaleza, anunciando y proponiendo la “cultura de la vida” que mejora nuestra existencia y la del planeta en el que vivimos.



9. Trabajarás en los medios de comunicación y en todas las posibilidades de las nuevas tecnologías para dar a conocer todas las iniciativas que hacen un servicio a la calidad de la vida. Las catequesis y escuelas de formación incluirán la doctrina católica sobre el valor de la vida humana y las exigencias de la ética cristiana.



10. La civilización del amor sólo será posible con hombres y mujeres, con familias y comunidades, con movimientos y asociaciones que vivan el Evangelio de Jesucristo, Verdad, Vida y Camino. De cómo vivamos nosotros este compromiso dependerá que otros: niños, jóvenes y adultos descubran qué significa la vida humana, qué nos aporta la fe y cómo se puede vivir en la comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, no sólo para este tiempo, sino para siempre, más allá de los límites de la muerte. ¡Dios es amor y vida plena, Dios nos hace libres para vivir como hermanos de todos los hombres!



José Antonio González Montoto. Vicario Episcopal par la familia

Avilés 28 de febrero 2008

sábado, 20 de marzo de 2010

CUANDO SEA VIEJO


La edad trae una etapa en la vida que no siempre es fácil de llevar, y donde tenemos que ser más comprensivos que nunca.



El día que esté viejo y ya no sea el mismo, ten paciencia y compréndeme.



Cuando derrame comida sobre mi camisa y olvide cómo atarme mis zapatos, recuerda las horas que pase enseñándote a hacer las mismas cosas.



Si cuando conversas conmigo, repito y repito las mismas palabras que sabes de sobra como termina, no me interrumpas y escúchame. Cuando eras pequeño(a) para que te durmieras tuve que contarte miles de veces el mismo cuento hasta que cerrabas los ojitos.



Cuando estemos reunidos y sin querer haga mis necesidades, no te avergüences y compréndeme que no tengo la culpa de ello, pues ya no puedo controlarlas. Piensa cuantas veces cuando niño(a) te ayude y estuve paciente a tu lado esperando a que terminaras lo que estabas haciendo.



No me reproches porque no quiera bañarme; no me regañes por ello. Recuerda los momentos que te perseguí y los mil pretextos que te inventaba para hacerte más agradable tu aseo. Acéptame y perdóname. Ya que soy el niño ahora.



Cuando me veas inútil e ignorante frente a todas las cosas tecnológicas que ya no podré entender, te suplico que me des todo el tiempo que sea necesario para no lastimarme con tu sonrisa burlona. Acuérdate que yo fui quien te enseñó tantas cosas. Comer, vestirte y tu educación para enfrentar la vida tan bien como lo haces, son producto de mi esfuerzo y perseverancia por ti.



Cuando en algún tiempo mientras conversamos me llegue a olvidar de que estamos hablando, dame todo el tiempo que sea necesario hasta que yo recuerde, y si no puedo hacerlo no te burles de mí; tal vez no era importante lo que hablaba y me conforme con que me escuches en ese momento.



Si alguna vez ya no quiero comer, no me insistas. Sé cuanto puedo y cuanto no debo. También comprende que con el tiempo ya no tengo dientes para morder ni gusto para sentir.



Cuando me fallen mis piernas por estar cansadas para andar, dame tu mano tierna para apoyarme como lo hice yo cuando comenzaste a caminar con tus débiles piernas.



Por último, cuando algún día me oigas decir que ya no quiero vivir y solo quiero morir, no te enfades. Algún día entenderás que esto no tiene que ver con tu cariño o cuánto te ame. Trata de comprender que ya no vivo sino que sobrevivo, y eso no es vivir.



Siempre quise lo mejor para ti y he preparado los caminos que has debido recorrer. Piensa entonces que con el paso que me adelanto a dar estaré construyendo para ti otra ruta en otro tiempo, pero siempre contigo.



No te sientas triste o impotente por verme como me ves. Dame tu corazón, compréndeme y apóyame como lo hice cuando empezaste a vivir. De la misma manera como te he acompañado en tu sendero te ruego me acompañes a terminar el mío. Dame amor y paciencia, que te devolveré gratitud y sonrisas con el inmenso amor que tengo por ti.

COMO EL LÁPIZ



El niñito miraba al abuelo escribir una carta. En un momento dado le preguntó:



- ¿Abuelo, estás escribiendo una historia que nos pasó a los dos? ¿Es, por casualidad, una historia sobre mí?



El abuelo dejó de escribir, sonrió y le dijo al nieto:



- Estoy escribiendo sobre ti, es cierto. Sin embargo, más importante que las palabras, es el lápiz que estoy usando. Me gustaría que tú fueses como él cuando crezcas.



El nieto miró el lápiz intrigado, y no vio nada de especial en él, y preguntó:



- ¿Qué tiene de particular ese lápiz?



El abuelo le respondió:



- Todo depende del modo en que mires las cosas. Hay en él cinco cualidades que, si consigues mantenerlas, harán siempre de ti una persona en paz con el mundo.



Primera cualidad: Puedes hacer grandes cosas, pero no olvides nunca que existe una mano que guía tus pasos. Esta mano la llamamos Dios, y Él siempre te conducirá en dirección a su voluntad.



Segunda cualidad: De vez en cuando necesitas dejar lo que estás escribiendo y usar el sacapuntas. Eso hace que el lápiz sufra un poco, pero al final, estará más afilado. Por lo tanto, debes ser capaz de soportar algunos dolores, porque te harán mejor persona.



Tercera cualidad: El lápiz siempre permite que usemos una goma para borrar aquello que está mal. Entiende que corregir algo que hemos hecho no es necesariamente algo malo, sino algo importante para mantenernos en el camino de la justicia.



Cuarta cualidad: Lo que realmente importa en el lápiz no es la madera ni su forma exterior, sino el grafito que hay dentro. Por lo tanto, cuida siempre de lo que sucede en tu interior.



Quinta cualidad: Siempre deja una marca. De la misma manera, has de saber que todo lo que hagas en la vida, dejará trazos. Por eso intenta ser consciente de cada acción